Hace unas semanas, en redes, hice una reflexión sobre el fracaso en los negocios, porque creo que es un tabú. Es un tema del que se habla poco y está en el orden del día. El 47% de los emprendedores autónomos que ponen en marcha un proyecto cierra a los tres años según Eurostat, un porcentaje que aumenta hasta el 65% a los cinco años. Y a pesar de ello en nuestras conversaciones nunca sale una persona que diga abiertamente «a mí me ha ido mal», o «he tenido que abandonar mi negocio porque no funcionaba». ¿Me equivoco?
¿Y por qué no hablamos de ello? Porque el fracaso en los negocios aún se percibe como algo negativo, como algo malo, cuando a lo largo de la vida todos fracasamos en algún aspecto u otro, y lo bueno es que eso nos hace crecer, aprender y evolucionar. Y no siempre lo consideramos o valoramos como tal. Si analizamos de forma objetiva los fallos cometidos, intentando dejar de lado las emociones de frustración o tristeza que nos pueden ocasionar, podemos aprender mucho. Pues lo mismo pasa con los negocios.
El problema es que este tabú se ha hecho bola. Al menos yo lo veo así. Sobre todo en el mundo emprendedor. En los últimos años no paro de leer y escuchar a coachs o mentores que insisten en la idea de que si haces lo que te gusta, luchas por ello con uñas y dientes cada día, te esfuerzas como el que más y no te rindes, al final obtendrás el éxito. Y a raíz de estas reflexiones parece que si tu empresa no funciona está mal porque no has luchado suficiente. Y no, no es cierto. Quizá porque convivo con muchas empresas, para mí es algo habitual que una empresa no funcione, o deje de ir bien y tenga que cerrar o pivotar.
Montar un negocio y sacarlo adelante es muy difícil y no siempre todas las variables están bajo nuestro control. Está claro que para que funcione una empresa hay que dedicarle horas, muchas horas, y más al principio. También hay que ser conscientes que de la noche a la mañana no dará beneficios, y por lo tanto hay que dejar un margen de al menos 18-24 meses para ver si el proyecto es viable. Pero cuando lo has intentado una y otra vez y los números no salen hay que parar, analizar las finanzas de la empresa, ver por qué no se obtienen los números deseados y si se detecta una solución (subir precios dentro de los márgenes del mercado, ajustar costes, ahorrar en proveedores, aumentar o reducir la producción…) aplicarla y ver si es efectiva. Ahora bien, si se detecta que no hay solución, si vemos que el mercado no responde a nuestra propuesta, que por mucho que invertimos tiempo y dinero no salen los números, lo más inteligente es cerrar. Es más, cuando vemos que tras varios meses o años los resultados no salen, se reducen ventas, y estamos aumentando el endeudamiento, en este momento cuanto antes se cierre, menos deuda tendremos, menos frustración sentiremos y antes nos podremos reponer del golpe.
Según datos del INE, analizando por sectores de actividad, las empresas que más cierran están relacionadas con el comercio, la industria y las startups.
Según últimos estudios solo un 10% de startups viven más de 4 años
Hay que ser honestos. A veces, apostamos por proyectos que no funcionan por muchas horas que le dediquemos, por mucha pasión y por mucho que nos gusten. Y NO PASA ABSOLUTAMENTE NADA. Para que un negocio funcione tiene que tener sentido para el mercado, hay que encontrar el equilibrio justo entre inversión, innovación, evitar el sobreendeudamiento excesivo, las ventas tienen que soportar la estructura de costes de la empresa, es decir, los números tienen que cuadrar a final de mes y a final de año. Rendirse está bien. Nos permite tomar distancia, ver las cosas con otra perspectiva y buscar e incluso encontrar el camino correcto. Y nos seremos ni el primero ni el último que fracasa con una idea de negocio. De hecho tenemos muchos ejemplos de grandes empresarios que antes de llegar al éxito, tienen en su historial varias empresas fallidas que nunca llegaron a cuajar o que pivotaron en algo completamente distinto a su idea inicial.
Yo me encuentro casos a diario, personas que empezaron por un camino, que se equivocaron y de un supuesto fracaso salió otro proyecto nuevo. Sé consciente de que puedes equivocarte, que tienes derecho a fracasar y volver a empezar. En esto consisten los negocios.